Personas las hay de todos tipos. Están las que has conocido toda tu vida y no pasa mayor cosa, y están aquellas que en dos segundos pueden cambiar por completo tu existencia. La vida es una sucesión de experiencias que conforman un todo: una suerte de fotografía, una composición artística con la que nunca estás enteramente satisfecho, cual pintor perfeccionista que añade un trazo aquí, un color allá.
Entre tantas cosas que en el transcurso de una semana difícil he logrado comprender, he descubierto que la existencia humana constituye una verdadera tragedia, similar sólo a aquellas que Shakespeare y los antiguos griegos pudieron crear y que nada tienen que ver con el estereotipo de lo ‹‹trágico›› como tristeza y muerte. En esas obras, el mero hecho de seguir con vida constituye un acto poético de convertir el sufrimiento, intrínseco de todos los hombres, en un sentimiento de piedad, de fortaleza frente a las dificultades, de resistencia frente al caos y finalmente, de reafirmación de la voluntad de vivir.
Una de las cosas más difíciles a las que podemos enfrentarnos es cuando debes dejar ir a aquellas personas que más aprecias, así sea porque los caminos que cada uno sigue son distintos o porque uno de los dos muere. Sea cual sea el caso, la reacción que se espera es la de sentir un vacío muy grande en el mismo espacio que antes ocupaba esa persona. Sin embargo, un cantautor argentino, anciano y que quizá por esa razón sea más sabio, escribió una reflexión que no me pudo llegar en mejor momento y que contiene una frase que dice que “…la vida no te quita cosas: te libera de cosas... te aliviana para que vueles más alto”. De la misma forma, pienso que hay personas que entran en tu vida para enseñarte algo y que luego de cumplir su misión, tienen derecho a seguir su propia vida y dejarte a ti seguir con la tuya.
Las personas que salen adelante con la frente en algo tienen esa magia oculta en lo más profundo de su mirada, esa que esconde tras de sí un atisbo de esperanza de que lo mejor aún está por venir. Yo personalmente no sé si creer en el porvenir o no, pero sé que dentro de mí como dentro de muchas otras personas existe ese afán por aferrarse a lo que la vida tiene por ofrecernos, a pesar de todas las cosas que pueden parecernos ‹‹malas››, como el miedo, la inseguridad y personalmente, el terror que me da no poder llegar a hacer todo lo que quiero antes de morir.
No quiero sonar ni pesimista ni tampoco optimista. Es más, quiero decir las cosas tal y como las comprendo verdaderamente. Mi verdadero punto es que aquellos quienes buscan la felicidad a través de las cosas y las personas a las que aman son los únicos que pueden comprender que ésta llega en trocitos y que cuando pasa algo por lo que puedas estar deprimido, en realidad sólo estás distraído: has concentrado toda tu atención en una pequeña cosa mala y has dejado de ver otras tantas maravillas.
Personas irán y vendrán; algunas estarán allí el resto de la vida, otras se nos adelantarán, se distanciarán y puede que no nos volverán a ver. Sólo una cosa es certera: el único propietario de nuestras decisiones somos nosotros mismos y no hay nadie más quién tenga el poder de decidir emprender el camino que me toca seguir y en cuyo recorrido espero encontrar la felicidad. Además, ¿Qué pasaría si no existiera esa incertidumbre en todo lo que hacemos y sobre todo en el amor? Probablemente esa fotografía con la que comparo a las vidas de cada uno de nosotros sería igual a la del otro y perdería toda gracia.
FOTO: "Lonely Reader"