Por: Luis Eduardo Barrueto
Por todo el mundo hay tantos personajes que se suman en el anonimato musical, como cafés y restaurantes que les ofrecen un espacio para hacer su performance.
Su perfil suele ser un tanto estereotipado como aquél artista bohemio, quizá de pelo largo y con una guitarra al hombro, dispuestos a arrancar algunos acordes de sus cuerdas en cualquier momento y lugar que así lo precise. Y lo más curioso del caso es que, por más que la historia de estos cantantes se repita, siempre continúan surgiendo personas con amor a la música que promueven la originalidad y estilo propios.
En nuestro país, el cantautor Ricardo Arjona inició su carrera en México como uno más del grupo increíblemente grande de músicos que se dedican a entretener audiencias pequeñas, como sucede en bares y restaurantes cuya atracción a sus clientes se basa tanto en la comida como en el ambiente, al que contribuyen estos artistas.
Su historia, y de forma peculiar, sus inicios, son relatados a grandes rasgos en la canción Animal Nocturno, de su segundo álbum que lleva el mismo nombre. Este proceso que marca la vida de algunas personas que llegan a comercializar su música paulatinamente, marca por completo sus carreras y los diferencia de aquellos que pueden considerarse lucrativos por el efecto económico que producen sus canciones y cuyo eco resuena durante una duración más corta que una pieza que, por ser independiente, pueda ser inmortalizada por los seguidores del cantante en cuestión.
El mismo Arjona compuso, más de 15 años después de Animal Nocturno, una canción que demuestra que sus sentimientos con respecto a la música no han cambiado significativamente. Soledad fue el título de aquella composición que en 2004 fue publicada bajo el álbum de grandes éxitos con nuevos arreglos titulado Solo.
“Soledad de andar buscando, soledad de deshacerse,
deshacerse de esos sueños que se hicieron realidad.
Soledad de no estar solo, soledad de andar pensando
si valdrá algún día la pena tanta ausencia por cantar”.
En otras culturas se repite lo mismo, como sucedió con Ray Charles en la sociedad norteamericana, quien al principio de su carrera no pudo enfrentarse a más miseria y pobreza, añadido a la pérdida de la visión que marcaría el resto de su vida.
Antes de que Charles se convirtiera en el éxito de los años 50 hasta alrededor de los 70 como principal exponente de la música soul, R&B y Jazz, él vivió en pobreza durante su infancia y perdió la vista como consecuencia de un glaucoma, lo cual dejó en él grandes secuelas psicológicas que lo acompañarían hasta mucho después.
Sin embargo, el efecto que la humildad de sus comienzos tuvo en él le permitió desarrollar una personalidad que, en conjunto con su talento vocal e instrumental al tocar el piano, atraía a las masas a las tiendas de discos a comprar sus sencillos y mantenía a los radioescuchas pegados a las estaciones de radio con canciones como Hit the road, Jack y What I’d Say.
Tanto Ricardo Arjona como Ray Charles empezaron sus carreras en cafés y clubes, con la diferencia de que el primero lo hizo en México y el otro en Seattle, tras mudarse de sus ciudades natales (Guatemala y Albany, Georgia, respectivamente). Entonces, la importancia de los estatus sociales y políticos de un músico influyen de gran manera en el resultado y el alcance que puedan tener sus trayectorias en el campo musical, tanto como su talento y sus habilidades.
De igual manera encontramos constantemente a personas que, por ser independientes, adquieren menos fama y reconocimiento que sus contrapartes comerciales. Entre ellas prolifera una cantidad de personas con buen gusto musical, refinado, y que han aprendido a preocuparse más por el contenido que sus letras puedan transmitir que por el ritmo que puedan tener. Tal es el caso de Sidney, una norteamericana que ha sido invitada por el Bistrot Café Cinq, en Antigua Guatemala, para acompañar con su voz a los comensales de aquél lugar.
Su repertorio, que acompaña únicamente con su guitarra electro-acústica, contiene a la pieza Jersey Girl de Tom Waits, que es quizá la más conocida de todas las de la noche. Esta canción, importantísima en la cultura americana, viene a representar una ironía, ya que su compositor también inició su carrera tocando en cabarés de Los Ángeles y esto influyó en su primer álbum, de 1973, Closing Time. Sin embargo, la única razón de la popularidad de esta pieza es un cover en vivo que Bruce Springsteen interpretó junto a su E Street Band.
Es evidente, entonces, la preferencia de las personas hacia una música más rítmica que profunda en su contenido e innovadora en su forma. Tal es la raíz del éxito inmensurable de jóvenes como Britney Spears lo fue en los años 90 y como Miley Cyrus y el elenco de High School Musical en nuestros días. Si hoy en día surgiera un nuevo Ricardo Arjona, un nuevo Ray Charles, un Tom Waits, difícilmente sería aceptado con facilidad por los estudios, cuyo fin principal es la creación de riqueza.
CONCURSOS DE POPULARIDAD
Un factor más que contribuye a la deconstrucción de la figura bohemia que encarnan personajes como Sydney es la proliferación de programas de concursos musicales por todo el globo, lo cual hace que se cree un estereotipo en la mente de las personas con respecto a lo que un verdadero artista es y hace.
American Idol fue sólo el comienzo de una serie de franquicias cuyo propósito es buscar al ídolo juvenil musical del momento, como una moda más de todas aquellas cuyo proceso es acelerado y desaparecen rápido.
Esto provoca la propagación de músicos intermitentes que no pueden trascender más allá de un par de semanas en las listas musicales. La música, como todo elemento de la sociedad, se puede comparar con un concurso de popularidad.
PERSPECTIVAS
Fernando Delgadillo, en una entrevista hecha por el periódico Al Día dijo que no creía que los trovadores fueran una especie en peligro de extinción, pues siempre hay jóvenes con sus guitarras componiendo canciones.
Personajes como Bob Dylan siguen siendo reconocidos por la autenticidad y la denuncia social contenida en sus letras. De esa forma, se alienta a las nuevas generaciones a ser originales en la creación musical y permite que exista esperanza de que la figura bohemia del artista independiente no desaparezca. Dylan ganó el Premio Pulitzer honorario por su contribución a la música el año pasado.
Referencias:
Musician Ray Charles in concert. 1966. Foto por Bill Ray para revista Life.
Por todo el mundo hay tantos personajes que se suman en el anonimato musical, como cafés y restaurantes que les ofrecen un espacio para hacer su performance.
Su perfil suele ser un tanto estereotipado como aquél artista bohemio, quizá de pelo largo y con una guitarra al hombro, dispuestos a arrancar algunos acordes de sus cuerdas en cualquier momento y lugar que así lo precise. Y lo más curioso del caso es que, por más que la historia de estos cantantes se repita, siempre continúan surgiendo personas con amor a la música que promueven la originalidad y estilo propios.
En nuestro país, el cantautor Ricardo Arjona inició su carrera en México como uno más del grupo increíblemente grande de músicos que se dedican a entretener audiencias pequeñas, como sucede en bares y restaurantes cuya atracción a sus clientes se basa tanto en la comida como en el ambiente, al que contribuyen estos artistas.
Su historia, y de forma peculiar, sus inicios, son relatados a grandes rasgos en la canción Animal Nocturno, de su segundo álbum que lleva el mismo nombre. Este proceso que marca la vida de algunas personas que llegan a comercializar su música paulatinamente, marca por completo sus carreras y los diferencia de aquellos que pueden considerarse lucrativos por el efecto económico que producen sus canciones y cuyo eco resuena durante una duración más corta que una pieza que, por ser independiente, pueda ser inmortalizada por los seguidores del cantante en cuestión.
El mismo Arjona compuso, más de 15 años después de Animal Nocturno, una canción que demuestra que sus sentimientos con respecto a la música no han cambiado significativamente. Soledad fue el título de aquella composición que en 2004 fue publicada bajo el álbum de grandes éxitos con nuevos arreglos titulado Solo.
“Soledad de andar buscando, soledad de deshacerse,
deshacerse de esos sueños que se hicieron realidad.
Soledad de no estar solo, soledad de andar pensando
si valdrá algún día la pena tanta ausencia por cantar”.
En otras culturas se repite lo mismo, como sucedió con Ray Charles en la sociedad norteamericana, quien al principio de su carrera no pudo enfrentarse a más miseria y pobreza, añadido a la pérdida de la visión que marcaría el resto de su vida.
Antes de que Charles se convirtiera en el éxito de los años 50 hasta alrededor de los 70 como principal exponente de la música soul, R&B y Jazz, él vivió en pobreza durante su infancia y perdió la vista como consecuencia de un glaucoma, lo cual dejó en él grandes secuelas psicológicas que lo acompañarían hasta mucho después.
Sin embargo, el efecto que la humildad de sus comienzos tuvo en él le permitió desarrollar una personalidad que, en conjunto con su talento vocal e instrumental al tocar el piano, atraía a las masas a las tiendas de discos a comprar sus sencillos y mantenía a los radioescuchas pegados a las estaciones de radio con canciones como Hit the road, Jack y What I’d Say.
Tanto Ricardo Arjona como Ray Charles empezaron sus carreras en cafés y clubes, con la diferencia de que el primero lo hizo en México y el otro en Seattle, tras mudarse de sus ciudades natales (Guatemala y Albany, Georgia, respectivamente). Entonces, la importancia de los estatus sociales y políticos de un músico influyen de gran manera en el resultado y el alcance que puedan tener sus trayectorias en el campo musical, tanto como su talento y sus habilidades.
De igual manera encontramos constantemente a personas que, por ser independientes, adquieren menos fama y reconocimiento que sus contrapartes comerciales. Entre ellas prolifera una cantidad de personas con buen gusto musical, refinado, y que han aprendido a preocuparse más por el contenido que sus letras puedan transmitir que por el ritmo que puedan tener. Tal es el caso de Sidney, una norteamericana que ha sido invitada por el Bistrot Café Cinq, en Antigua Guatemala, para acompañar con su voz a los comensales de aquél lugar.
Su repertorio, que acompaña únicamente con su guitarra electro-acústica, contiene a la pieza Jersey Girl de Tom Waits, que es quizá la más conocida de todas las de la noche. Esta canción, importantísima en la cultura americana, viene a representar una ironía, ya que su compositor también inició su carrera tocando en cabarés de Los Ángeles y esto influyó en su primer álbum, de 1973, Closing Time. Sin embargo, la única razón de la popularidad de esta pieza es un cover en vivo que Bruce Springsteen interpretó junto a su E Street Band.
Es evidente, entonces, la preferencia de las personas hacia una música más rítmica que profunda en su contenido e innovadora en su forma. Tal es la raíz del éxito inmensurable de jóvenes como Britney Spears lo fue en los años 90 y como Miley Cyrus y el elenco de High School Musical en nuestros días. Si hoy en día surgiera un nuevo Ricardo Arjona, un nuevo Ray Charles, un Tom Waits, difícilmente sería aceptado con facilidad por los estudios, cuyo fin principal es la creación de riqueza.
CONCURSOS DE POPULARIDAD
Un factor más que contribuye a la deconstrucción de la figura bohemia que encarnan personajes como Sydney es la proliferación de programas de concursos musicales por todo el globo, lo cual hace que se cree un estereotipo en la mente de las personas con respecto a lo que un verdadero artista es y hace.
American Idol fue sólo el comienzo de una serie de franquicias cuyo propósito es buscar al ídolo juvenil musical del momento, como una moda más de todas aquellas cuyo proceso es acelerado y desaparecen rápido.
Esto provoca la propagación de músicos intermitentes que no pueden trascender más allá de un par de semanas en las listas musicales. La música, como todo elemento de la sociedad, se puede comparar con un concurso de popularidad.
PERSPECTIVAS
Fernando Delgadillo, en una entrevista hecha por el periódico Al Día dijo que no creía que los trovadores fueran una especie en peligro de extinción, pues siempre hay jóvenes con sus guitarras componiendo canciones.
Personajes como Bob Dylan siguen siendo reconocidos por la autenticidad y la denuncia social contenida en sus letras. De esa forma, se alienta a las nuevas generaciones a ser originales en la creación musical y permite que exista esperanza de que la figura bohemia del artista independiente no desaparezca. Dylan ganó el Premio Pulitzer honorario por su contribución a la música el año pasado.
Referencias:
Musician Ray Charles in concert. 1966. Foto por Bill Ray para revista Life.
La música: un tema muy relevante hoy en día, y es verdad, al que hay que buscarle algo más que el ritmo. 5/5 de fondo.
ReplyDeleteAhora, en la forma hay algunos pequeños problemas que siempre necesitan ser revisados: 2/5. Para comenzar, "Que se suman AL". "Performance" no es una palabra en español; es mejor evitar el abuso de estas palabras inglesas en español. "Aquél" no es necesario tildarlo, porque está inmediatamente antes de un sustantivo. "Dispuesto",(aquel artista, singular). "En bares y restaurantes", (coma). "Los diferencia de "aquéllos", ahora sí con tilde, porque es un pronombre". "Sus canciones, (coma)". "Tuvo en él, (coma)". "Aquél lugar", otra vez, no necesita tilde, porque va a acompañado inmediatamente de un sustantivo. "Contiene (no a) la pieza". "Britney Spears en los años 90, (coma)": es más entendible de esta forma. "Como Sidney, (coma)".
Entonces, por favor pongan más atención a los signos de puntuación y a la coherencia de las frases, porque pueden afectar grandemente la nota.
Saludos,
Elsa España
Correctora de sección
Me encantó el punto de vista de la música que expuso Barrueto, pero hay algo que no logro comprender ¿por qué los comentarios en la revisión son SIEMPRE para crear pánico? ya se sabe que afecta la nota, es mejor decir: trata de hacerlo mejor, que: pongan atención porque pueden afectar GRANDEMENTE la nota. Ojo, que lo copié literal. ¿dónde quedó la didáctica?
ReplyDeleteSylv. Toledo